Mujeres, continúa la lucha por la igualdad
Susana Chávez A.
El 8 de marzo ha sido reconocido por las NNUU como el Día de la Mujer, en recordación a las luchas por la igualdad de quienes representamos el 50% de la población: las mujeres. Esta fecha trae a la memoria el escarnio, persecución, pérdida de libertad y muerte que sufrieron muchas luchadoras (y seguramente innumerables aliados); ejemplo, la muerte de 146 obreras textiles en Nueva York, que dieron origen al Sindicato de la Confección, cuyas demandas incluyeron el derecho al sufragio.
Las mujeres peruanas no han sido ajenas a estas aspiraciones ciudadanas. De ello dan cuenta 50 años de lucha para tener el derecho a votar y otros 20 años para tener el derecho a ser elegidas, lo que explica en parte, la deuda que aún tiene la democracia con las mujeres.
Es evidente que en los últimos 50 años, el país ha cambiado, hoy más mujeres no solo tienen acceso a la educación, sino, también alcanzan niveles de excelencia. Basta mirar la iniciativa #SoyPeruanaYCientifica que muestra a mujeres jóvenes peruanas en las mejores universidades del mundo y nos llena de esperanza de ser reemplazadas en poco tiempo por una generación distinta.
Sin embargo, esta realidad no es la misma para todas, pues son muchas las que no tienen oportunidades y que nunca formaran parte de la vitrina del “exitoso” modelo económico que nos dejó Fujimori y que muchos defienden a ultranza, que destruyó cualquier atisbo del Estado responsable del bienestar. Pues este modelo no solo depredó la educación pública y nos otorgó la “gala” de la peor calificación educativa, sino que además expulsó un gran número de mujeres del sistema educativo, liquidando generaciones completas. Las consecuencias que hoy se reflejan de este descuido, es el incremento de adolescentes que inician tempranamente la maternidad, más de lo que había hace 25 años. Lo mismo ha ocurrido con la salud, que, en vez de ser un derecho, es un negocio donde ganan principalmente las corporaciones de los seguros y las farmacéuticas.
Pero estos no son los únicos impactos del modelo; su estructura misma tiene consecuencias nefastas para las mujeres, pues para hacerlo viable, se ha echado mano a su trabajo no remunerado o del muy mal pagado. Ello es debido a que muchas funciones que le hubiese correspondido a un Estado de Derecho, como las políticas de cuidado, han quedado bajo la merced del trabajo doméstico, generando así, en las mujeres más pobres, cargas sociales, económicas, culturales y hasta de seguridad humana.
Resulta imposible, en el Día de la Mujer, no revisar algunas cifras. Datos del INEI (2014), señalan que 76% de las mujeres tiene trabajo informal y la mayoría de muy baja calificación, esto hará difícil que estas mujeres cambien su perspectiva laboral y estarán destinadas a continuar en la informalidad, recibiendo la mitad de lo que les pagarían si su trabajo fuese formal. Este grupo envejecerá en la precariedad y se convertirá en la carga para sus hijas, quienes seguramente continuarán el circuito de pobreza.
En este contexto, es necesario abordar la violencia sexual, uno de los crímenes más temidos por las mujeres, pero cuya denuncia en algunos lugares no supera el 0.2% (PROMSEX, 2014). Estas violaciones no solo son abominables y degradantes, también son des-estructurantes, pues muchas ocurren en lugares que deberían suponerse seguros, como son el hogar, la escuela o el trabajo.
Desde hace varios años se conoce que el 80% de violación se concentra en adolescentes mujeres y es una causa importante de abandono escolar. Sin embargo, el Ministerio de Educación aún no se ha comprometido en invertir en educación sexual ni en promover la autoprotección de niños/as y adolescentes de esta amenaza. Así mismo, el Ministerio de Salud tampoco ha desarrollado una política de prevención, detección y atención efectiva y oportuna para los casos de violencia sexual.
Entonces, si bien hay que celebrar el dia de la mujer y reconocer nuestros logros sobre los desafíos cotidianos por la igualdad, no debemos olvidar que hay todavía muchos pendientes en la agenda, los que no podrán ser abordados sin un Estado garante de igualdad. Esta es la tarea de fondo que tenemos que seguir insistiendo no solo las mujeres, sino también los hombres, pues sin ese 50% en igualdad de condiciones, no hay proyecto país que pueda ser cumplido.
Solo queda recordar que existe una realidad, que no se puede ocultar, los derechos humanos de las mujeres tienen que ser para hoy y ya no hay tiempo para esperar.